Si hay algo que puede decirse de Mexico eso es que el
país muestra un profundo respeto por su rico pasado. Ello se traduce en
muchísimas cosas que pueden disfrutarse por cualquier visitante que llegue a
algunos de sus múltiples destinos. Desde celebraciones tradicionales de larga
data (como los carnavales) hasta sus famosísimas ruinas pertenecientes a las
civilizaciones que supieron vivir allí, el país del sol vive intensamente cada
día recordando su pasado.
Si bien esto es cierto para todos los centros
metropolitanos que se extienden a lo largo y a lo ancho de las tierras
mexicanas, lo cierto es que hay una ciudad que se destaca por el profundo amor
que le profesa a su historia y a su desarrollo. Estamos hablando de Guadalajara,
la capital del estado de Jalisco y una de las zonas más densamente pobladas de
toda Latinoamérica. En ella es posible encontrar muchos atractivos históricos.
Pues bien, si estamos hablando de Guadalajara y de sus
monumentos más relevantes a nivel histórico, no podemos obviar la mención del
más representativo, llamativo y bonito de toda la ciudad: la Minerva, su fuente
y su glorieta. Una atracción realmente descomunal y una de las postales más
hermosas de toda la urbe, detrás de su construcción se esconde una historia
realmente notable que habla del amor de un hombre por su ciudad.
Características del monumento
La razón por la que este es uno de los más importantes y
bonitos monumentos en Guadalajara tiene que ver con las fantásticas
características de La Minerva. Antes que nada, una de las más relevantes tiene
que ver con la fabulosa ubicación en donde se erige esta construcción. Es que
la misma está emplazada en el cruce de cuatro avenidas de gran importancia
dentro del ejido: la López Mateos, Vallarta, Golfo de Cortez Diagonal y
Circunvalación Agustín Yañez. Así, esta ubicación hace que esté a solo unos
metros de los famosos Arcos de la ciudad, que otrora fueran la entrada a la
misma.
De todos modos, lo que verdaderamente cautiva a todos los
que pasan por esta zona de la ciudad responde más a las características
arquitectónicas del monumento. Antes que nada, hay que decir que La Minerva consiste
de dos grandes espacios: una enorme fuente y una escultura dedicada a la diosa
romana Minerva (la que los atenienses dieron en llamar Atenea). Así, esta
combinación le da un contraste más que interesante que favorece a ambas
construcciones.
Así, la fuente en sí misma tiene un diámetro de casi 75
metros, en cuyo centro se ubica un muro de tres metros de alto y veinticinco
metros de largo. En esa especie de núcleo se puede apreciar una leyenda que
reza “Justicia, Sabiduría y Fortaleza custodian a esta leal Ciudad" de un
lado, mientras que en el otro dice “a la gloria de Guadalajara”. Casualmente,
es sobre este muro donde descansa la escultura de Minerva, que custodia el paso
de quienes la rodean desde sus veinte metros de altura.
El monumento es adornado por una cortina semicircular de
agua, la cual sirve de fondo y frente para toda la construcción. Asimismo, dos
pequeñas fuentes dentro de la propia fuente arrojan agua en forma de flor, lo
que constituye un hermoso espectáculo en sí mismo. Pero, además, todo ello es
coronado con la presencia de espacios cubiertos de verde césped, lo que termina
complementando la zona y la convierte en un excelente espacio de descanso.
Historia de la construcción del monumento
Como dijimos, una de las características más interesantes
del monumento tiene que ver con la historia que hizo posible su existencia. Sucede que el gobernador Agustín Yañez decidió
rendir homenaje a la ciudad, razón por la que mando a construir un monumento
conmemorativo. El proyecto le fue encargado a Julio de la Peña, quien fue quien
definió la ubicación precisa en donde habría de construirse el nuevo monumento.
Yañez, principal impulsor del proyecto, quería que el
monumento fuera notable en todo sentido, por lo que hizo todos los esfuerzos
posibles para que la construcción tuviera dimensiones realmente descomunales. De
la Peña hizo posible ese deseo, pero para la construcción de la estatua de
Minerva que definiría a esta atracción se contrató a Pedro Medina Guzmán, un
escultor de Aguascalientes.
Tal decisión hizo que los pobladores hicieran numerosas
críticas al artista, especialmente cuando la misma estuvo terminada. Muchos
decían que las proporciones estaban mal calculadas y hasta que las facciones
eran más propias de un hombre que de una diosa. De hecho, algunos se
aventuraron a pedirle cambios al escultor, quien se negó rotundamente.
Afortunadamente, la estatua sobrevivió sin cambios y las críticas se fueron
apagando.
Lo que quedó fue La Minerva de Guadalajara, un atractivo
único y realmente cautivante que recuerda en todo momento el amor de ese
gobernador para con su ciudad a través de una postal realmente imborrable.
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